
Parece ser que la niña de dieciseis años era una santa. Tanto, que a causa del comportamiento no ejemplar que venía luciendo, su padre la castigó sin salir un día de fiesta. Y la madre apoyó a su marido en el castigo sin dar cuartelillo a la niña. Qué cosas, dónde se ha visto unos padres coherentes y con sentido de la responsabilidad que quieren educar a sus hijos. La hijísima va y se pira a la Guardia Civil para denunciar una detención ilegal por parte de sus padres. Y la benemérita le admite la denuncia. La denuncia llega al Juzgado y éste lo chuta a la Fiscalía que a su vez está determinando si ese castigo (fascista y represivo a todas luces como podeis suponer) vulnera la integridad de una ciudadana menor de edad (sic). Al padre podrían imputarle el delito de atentar contra del deber familiar de proteger al menor (????) y a la madre el de ser colaboradora del delito al, no sólo no haberse opuesto a él, sino haberlo apoyado. Así las cosas, a la hija le han aplicado el protocolo establecido para estos casos que es asignarle un centro de acogida mientras la Fiscalía -un suponer- ve en la tele las algaradas de Barcelona sin pestañear. Total que al final va a estar penado por la ley poner límites a los hijos no vaya a ser que estemos vulnerando su derecho a crecer como animales impidiendo de este modo su prometedor futuro como agentes antisistema. Ronda de chupitos por no darnos con la cabeza contra la pared.