domingo, 15 de enero de 2012

TENGA USTED CUIDADO...

Estábamos en un local de comida rápida y en la mesa de al lado había un grupo de mayores, entre los setenta y los ochenta y tantos. Emparentados entre ellos. Andaluces. De unas bolsas que guardaban a los pies sacaron unos brazos de gitano y vino. Merendaban alegres. Cantaban. Y el que tenía más cerca -de ochenta y cuatro- me advirtió que vigilara con mi bolso, que había mucho chorizo suelto. Nos pusimos a pegar la hebra. Me contó que sobre los nueve años empezó a trabajar en lo mismo que su padre y su abuelo: hacían alpargatas. No le pagaban porque para poder cobrar por el trabajo, antes había que aprender a trabajar. Para ganar dinero, cuando acababa con las alpargatas, se iba a comprar sacos de cebada que revendía. Y los cuartos (sí, cuartos) que ganaba se los daba a su madre. Cuando ya fue mozo y tuvo el oficio de alpargatero, se echó novia (ésta, me señala con el dedo a la señora que tiene al lado) y emigró a Barcelona. Luego se casó y llevan juntos desde entonces. Pero para conseguir el piso había tenido que ahorrar treinta mil duros y estaba asfixiado, así que su madre le mandaba del pueblo queso y tomates para ayudarles. Y ahí se echa a llorar pensando en su madre, a la que echa de menos todos los días. Cuando se calma me explica la historia de la ermita de su pueblo dedicada a la Vírgen del Saliente que es la patrona. Esa historia se la contó su bisabuelo. También me recita los poemas que escribe. Me aclara que le cuestan mucho porque fue poco tiempo a la escuela, y que a veces borra alguna palabra hasta que encuentra la que quiere. Me cuenta a qué parroquia va porque las misas son andaluzas. Me explica que los viajes de Imserso no le gustan porque les llevan a golpe de pito y a él le gusta ir a su aire, además les hacen comer de pie (se refiere a los buffetes) y que les tratan como si fueran niños o tontos. No le gusta viajar en barco porque se hunden. Ni en avión porque se estrellan. Ni en autocar porque vuelcan. Lo mejor el coche pero sólo si conduce él. Mientras le escucho atenta, pienso en la filosofía del esfuerzo de la que este señor es ejemplo vivo. Pienso que es un héroe anónimo, sencillo, sin medallas ni reconocimientos. La Bulla brinda por este señor y por los que como él aprenden -y enseñan- a ser felices en la dificultad. !Chupitos!

2 comentarios:

maria jesus dijo...

¡Hay tantos! pero el noventa y nueve por ciento tiene más de sesenta años

Nodisparenalpianista dijo...

La sensatez del alpargatero poeta. Menudo crac. Brindo con mi cerveza por este caballero, que si llega a ser castellano, lo habría escrito Delibes.