jueves, 22 de noviembre de 2012

HENRIQUE

Hace tiempo que quería dedicarle una entrada. Henrique es un conocido del barrio que a mí me resulta entrañable. Es portugués. Es indigente. Vive en la calle. Suele sentarse siempre en los mismos bancos y en ellos descansa, habla solo o te mira, incluso a veces cede el asiento a personajes que sólo él ve. Tiene una edad difícil de determinar (entre treinta y cincuenta años) porque el alcohol le ha castigado mucho. A veces habla solo, a veces te habla a tí. Me gusta saludarle "Hola Henrique, ¿cómo vas?" aunque lo mismo no me contesta que me hace una reverencia. Tiene la mirada perdida aunque mira de frente. A veces discute con personajes invisibles, a veces sacude mandobles al aire. Es pacífico y afectuoso. A veces saluda dando un puñetazo a tu puño, en una ocasión me dió dos besos y otra vez agarró por la muñeca al Hermano-de-la-Dulci para ver la hora. Lleva puestos unos auriculares conectados a un walkman que no funciona. Siempre educado, la basura que genera la tira al contenedor. No es peligroso ni supone un riesgo para nadie; todo lo contrario, los demás pueden llegar a ser un riesgo para él. En concreto me dan miedo los adolescentes chulitos que se crecen en grupo y en finde se divierten metiendose con los pobres. Henrique es un hombre golpeado por la vida. De vez en cuando Cáritas se lo lleva y lo tiene unos días fuera de la circulación. Luego vuelve limpio, con el pelo recien cortado, ropa limpia y con mejor aspecto. Me gusta escuchar lo que dice, que suelen ser cosas inconexas, como un día que avisaba que veía demonios, o otro día que decía algo de un árbol. No acepta comida porque dice no tener hambre, en cambio sí acepta café. En los bares del barrio le dan lo que pueden al final del día. Duele ver a una persona tan deteriorada y tan desprotegida, tan a la intemperie en todos los sentidos. Me quedo con sus ojos azules y con la alegría que me da cada vez que le veo. !Chupitos de fanta por Henrique!

3 comentarios:

Altea dijo...

Sí, estas personas dan mucha pena, la verdad, sobre todo por eso que dices de los chulos de la m.
Por aquí teníamos a uno (¿qué habrá sido de él?) que caminaba con andares de lo que parecía maricón perdido. No hablaba, sólo miraba a un lado y otro de reojo cuando la peña se burlaba de él. Pudimos enterarnos más tarde de que se trataba de una enfermedad que le hacía caminar de esa forma tan grotesca.

Nodisparenalpianista dijo...

Claro, con hache de portuguúes y de silencio que has roto muy bien, Dulci.Chupitos sin alcohol!!! O cafelitos.

Dulcinea dijo...

Hoy justamente le he visto. Estaría contento si supiera que hay gente a la que le importa.